miércoles, 30 de noviembre de 2011

Doña Ana


La salud en sus manos
Vea mijo, yo comencé a trabajar aquí, en la placita de Flórez, cuando tenía 12 años y ya  hace 60 años de eso; yo le ayudaba desde siendo muy niña a mi papá, que cultivaba legumbres en un solar que tenía en San Javier  y traía para vender; por ese entonces, aquí no había ninguna construcción, solamente estaba la escuela Republica de Brasil, ahora llamada Colegio Héctor Abad Gómez. Con mi papá, comencé a conocer las plantas y a saber para qué servía cada una de ellas. Aquí llegaba la gente con los productos de diferentes partes: traían  papa, mora, frijol verde, habichuela, arepas de chócolo y de maíz pelao, la panela y la legumbre; traían las gallinas atadas a unas varas y los huevos en canastos, protegidos con paja; llegaban de Marinilla, de Guarne, de San Cristóbal y de Rionegro; la plaza, en ese entonces, era conocida como la plaza de Buenos Aires y ahora se llama de Flórez: no por las flores de Santa Elena, el nombre viene de un señor Rafael Flórez que fue el que donó el terreno. La gente de Santa Elena comenzó a llegar por allá por el año 52 cuando se construyó el local, ya que ésta fue la primera plaza satélite de Medellín.
 Me acuerdo que siendo muy niña veía a la gente venir a averiguar por plantas medicinales, pero la señora que las vendía era muy “mala clase”; entonces, yo iba donde las señoras que las averiguaban y les preguntaba que si querían que yo se las consiguiera; fue así como comencé a ganarme mis centavitos, pero me eché de enemiga a la señora de las hierbas, con decirle que más de una vez me hizo multar, por vender sin permiso y sin pagar impuesto.
Con el tiempo, alquilé un local y comencé a trabajar con más comodidad; la gente comenzó a buscarme porque, ya usted lo ve, cuando una persona viene y tiene un tratamiento con el que le va bien, esa persona se lo cuenta a sus familiares y amigos y yo consigo un cliente más; le cuento que hasta de otros pueblos y ciudades vienen a consultarme; eso sí, yo les advierto cuando llegan: “si usted se quiere curar, debe hacerse el tratamiento completo y con mucha fe; de lo contrario, todo lo bueno de las plantas no le obra, no le hace efecto”. Lo mismo pasa con los baños: aquí yo le puedo recomendar los baños de plantas amargas para limpiarse de malas energías, de envidias, para zafarse de malos amores; y baños de plantas dulces para atraer personas, para que le vaya bien en sus ventas y negocios, pero tiene que tener fe. Esto que yo le digo, no se trata de brujería ni de nada por ese estilo, tan sólo es el poder de las plantas, que las creó mi Dios para que nos pudiéramos curar. Aquí llegan muchas personas afectadas por hemorroides, por el estrés, por el insomnio, por cólicos, por gripas y catarros, en busca de plantas que cicatricen una herida o que desinflamen el colon, que lo ablanden para que por fin pueda dar del cuerpo, me buscan para que les recomiende cómo limpiarse, zafarse y tener prosperidad, entre otras muchas cosas.
Quien lo creyera, pero ante ese descrédito tan grande de las EPS, donde a usted no le dan más que unas pastillas que embolatan el dolor, sin curar su mal y donde el doctor, o la doctora, acaba de salir de la universidad y no tiene la cortesía de mirarlo a usted cuando le habla, la gente ha vuelto a confiar en la medicina natural, además las plantas, como le dije, no tienen el efecto nocivo para el cuerpo que tienen todos esos medicamentos que destruyen su hígado y sus riñones, de lo fuertes que son.
Claro que con las plantas hay que tener cuidado: existen plantas que son venenosas si se ingieren o si se sobrepasa su uso en un tratamiento y hay circunstancias en las que uno tiene que ir donde el médico, ya que el problema puede ser muy serio y necesita de cuidados especiales; yo, por ejemplo, estoy en un tratamiento porque tengo el corazón muy grande, claro mijo, cómo no tenerlo grande cuando tengo doce hijos y como dieciocho nietos a quienes querer.
Si, para que lo voy a negar, he tenido una vida plena y feliz; el viejo se fue hace ya cinco años, pero la vida continúa y uno debe seguir en la lucha: ¿qué sería de uno sin el trabajo, sin la familia? y ¿qué sería de la gente que viene donde uno en  busca de ayuda? Dios nos puso aquí por algo y debemos seguir mientras él no decida otra cosa.

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