lunes, 28 de noviembre de 2011

Retratos en Claroscuro

Siete Crónicas Urbanas
 Fredy Antonio Gil Pavas
Especialización en Literatura , Textos e Hipertextos
UPB

      Los imaginarios de mi cuidad


Pensar a Medellín es mucho más que pensar en sus edificios, sus calles, sus centros comerciales, sus espacios educativos, recreativos y culturales; es también pensar en eso, intangible, que identifica, une y polariza a sus habitantes; es detenerse a observar sus dinámicas sociales, la multiplicidad de formas de pensamiento  que confluyen y coexisten en ella. En tonos de claro oscuro, aparece  este gran collage, en el que  no son nítidos ni los colores ni las formas. Sin embargo, es aquí donde laboramos, amamos, aprendemos, jugamos, vivimos,  sobrevivimos y morimos.
La ciudad no se encuentra en las moles de cemento que configuran sus construcciones: ella es un ser vivo que respira, se alimenta, juega, aprende y olvida; acoge y rechaza, se enferma y sana, excreta y también muere. La ciudad está en el aire, en sus olores, en las aguas que la recorren, en los colores y los trazos  que la embellecen o  la ofenden; está en el miedo de sus alambradas, rejas y cámaras de vigilancia; está en los ojos de los huérfanos, en el contonearse de las putas y los travestis, en la oscuridad reflejada en los ojos  de los asesinos, en el color de las frutas en las plazas de mercado, en las fauces de los perros callejeros, en el caminar cansado de los viejos, en las risas de los niños y los gritos de gol en las calles, en la ostentación grotesca de los traquetos y en la turgencia de las tetas de silicona de sus mujeres, en las ensordecedoras  bocinas de los buses, en las músicas que nos aquietan o nos exaltan, en el hambre de sus indigentes, en la estúpida  terquedad de los vigilantes, en la paranoia e ineptitud de los empleados públicos, en el amor y la ternura de las abuelas, en una madre que cada mañana lleva a sus hijos a la escuela, en la conversación con los amigos alrededor de una taza de café o de unas cervezas, en la esperanza que aún, después de 20 años, alumbra los ojos de las mamás  de los desaparecidos, en el desplazado que mendiga en los semáforos, en el olor a marihuana y meados del centro, en las manos callosas de los obreros.
Si quieres conocer a Medellín, búscalo en su gente.




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